martes, 29 de abril de 2008

Batalla de Curupayty

Batalla de Curupayty

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Curupayty
Parte de Guerra de la Triple Alianza
Batalla de Curupayty

Fecha 22 de septiembre de 1866
Lugar Curupayty
(Ñeembucú, Paraguay)
Resultado Victora paraguaya
Beligerantes
Argentina

Brasil

Uruguay

Paraguay
Comandantes
Bartolomé Mitre José Eduvigis Díaz
Fuerzas en combate
20.000 5.000
Bajas
4.033 92

La Batalla de Curupayty fue librada el 22 de septiembre de 1866 entre las tropas de la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay) y las de Paraguay en Curupayty, actual departamento de Ñeembucú, Paraguay, ubicado en la zona conocida como El Cuadrilátero, durante la Guerra de la Triple Alianza.

La Batalla de Curupayty fue la mayor victoria paraguaya de la sangrienta guerra que duró seis años, los paraguayos en esta batalla fueron comandados por el general José Eduvigis Díaz.

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Antecedentes [editar]

Tras la caída de Curuzú, el 3 de septiembre de 1866, y coincidiendo con la celeridad que los paraguayos imprimían a los trabajos de fortificación de Curupayty, los aliados se enfrascaban en un “largo cabildeo” sobre las variadas formas de conducir a sus tropas a capturar el entonces débil bastión paraguayo. Las discusiones se habían iniciado desde el mismo momento en que comenzaron las dudas para completar la victoria de Curuzú y así continuar con las fuerzas aliadas hasta Curupayty, que por entonces no era defendida más que por una pieza y unos pocos hombres. Varias “reuniones de comandos” determinaron otras tantas medidas no llevadas a término. Entre tanto y desde el 8 de septiembre, con cada reunión con la que los jefes aliados perdían el valioso tiempo, crecían las defensas paraguayas.

Las trincheras de Curupayty [editar]

Fuentes históricas [editar]

La construcción de las trincheras de Curupayty, devenida en la mayor victoria de las armas paraguayas de toda su historia, fue atribuida a varios autores. Algunos cronistas mencionan como tal al coronel inglés George Thompson. Otros adjudican las obras al coronel polaco Luis Leopoldo Myskowski. Otros autores sostienen que el 6 de septiembre de 1866, el mariscal Francisco Solano López ordenó al coronel húngaro Francisco Wisner de Morgenstern que trazara sobre el terreno el plano de las nuevas obras de fortificación proyectadas para contener en Curupayty el avance enemigo que consideraba inminente. La misma fuente, apoyada en otros historiadores, apunta que dos días después y sobre los planos realizados por Morgenstern, el mariscal convocó a los jefes más importantes de su ejército para considerar el plano de defensa elaborado por el coronel húngaro.

Construcción de las trincheras [editar]

En realidad, parte del trabajo había comenzado ya el 3 de septiembre, inmediatamente después de la culminación de la batalla de Curuzú, tras retirarse las tropas brasileñas de las cercanías. Pero las fosas construidas entonces habían sido solo la indispensable y elemental cobertura que requería la desguarnecida posición. Ya de vuelta a Curupayty, en la misma noche de aquel 8 de septiembre, Díaz dio inicio a la tarea. Empezó desde el bosque, tan pronto como fue posible derribar los árboles tupidos que cubrían el lugar. Trabajando en turnos, 5.000 hombres fueron destinados a las excavaciones, a cortar árboles, a hacer túneles y a preparar zanjas y abatises. Los soldados trabajaban “de dos en dos”, unos con picos y los otros con palas. El extenuante trabajo de apertura de aquellas zanjas, con los soldados metidos en los carrizales y en los profundos esteros, con el barro y el agua hasta la cintura, era alternado con el de vigilancia en las líneas más avanzadas, en previsión de cualquier ataque.

Foso principal [editar]

El foso principal, el primero en terminarse, tenía cuatro varas de ancho por tres de profundidad. Con la arena extraída se construyó el ancho muro detrás del cual se levantaron las plataformas de los cañones. Sobre el borde exterior del foso se levantó un espeso muro de abattis (estacas), empleándose para ello los árboles recién cortados. En los fosos que los contenían, los gruesos troncos estaban asegurados con estacas. El follaje de estos árboles -generalmente de hojas espinosas- apenas sobresalientes del hoyo, escondían su profundidad y las agudas estacas que guardaban en su interior. Otras excavaciones se abrieron en las líneas avanzadas cubriéndoselas de espinillos y aromita. Después de las grandes lluvias que sobrevinieron, estos obstáculos quedarían ocultos bajo el agua, convirtiéndose en trampas mortales.

Foso interior [editar]

Ya dentro de las líneas de defensa y con objeto de proteger a los tiradores de los eventuales disparos enemigos, el general Díaz mandó construir otro foso interior en el que los soldados paraguayos tendrían las máximas comodidades para efectuar sus disparos concediendo la mínima visibilidad para el fuego enemigo. Igualmente fueron construidos dos puentes levadizos, además de pasadizos y polvorines subterráneos.

Fin de las obras [editar]

Todo el frente de trincheras tenía una extensión total de más de 2 km, extendiéndose desde las barrancas del río Paraguay hasta la Laguna Méndez. Mientras tanto, el ataque aliado seguía demorándose. De hecho, el ataque previsto para el 17 de septiembre fue suspendido por las intensas lluvias, que duraron hasta el 20 de septiembre. Finalmente, se decidió que el ataque sería el 22 de septiembre, pues el terreno estaba completamente anegado.

Ninguna de estas dificultades, sin embargo hizo que los hombres de Díaz abandonaran la tarea. Aprovecharon la demora para profundizar y perfeccionar las trincheras. El 21 de septiembre, antes del mediodía, Díaz se trasladaba al Cuartel General de Paso Puku para informar a López que las trincheras estaban listas. El Mariscal comisionó al coronel Thompson para que fuera a verificar el estado de las obras. Cumplida la orden, el militar inglés certificó que la posición era fortísima. Luego, el mariscal López discutió con Díaz los últimos detalles de la defensa y las acciones a acometerse el día siguiente. Al despedirse, el jefe paraguayo aseguró al mariscal que “si todo el ejército aliado atacase, todo el ejército aliado quedaría sepultado al pie de las trincheras”. Díaz volvió a Curupayty junto a sus soldados y pasó la noche allí, vigilante. Mientras tanto, en Curuzú (a 3 km al sur de Curupayty), 20.000 hombres del ejército aliado se hallaban reunidos, esperando la hora del ataque.

Ataque naval de la Triple Alianza [editar]

El 22 de septiembre, un radiante sol saludaba el inicio del desplazamiento de la flota imperial, desde el apostadero de Curuzú hacia Curupayty. Avanzaron 5 acorazados, 2 buques bombarderos, 3 chatas bombarderas y 6 cañoneras. Antes de partir, el almirante Tamandaré había prometido que en dos horas “descangallaría” las trincheras paraguayas. Los acorazados Bahía y Lima Barroso se adelantarían a cañonear las fortificaciones. Las demás naves dirigirían sus fuegos hacia el resto de las líneas paraguayas.

Eran las 8:00 de la mañana cuando las 101 bocas de fuego de la flota imperial iniciaron el feroz cañoneo a las trincheras de Curupayty. Las piezas paraguayas ubicadas hacia el río contestaron los disparos. Las distintas secciones de aquellas se hallaban bajo el mando del Capitán Pedro Hermosa y los marinos Domingo Antonio Ortiz, Pedro V. Gill y el Teniente de Artillería Adolfo Saguier. También estaba con los oficiales mencionados Albertano Zayas, degradado de Mayor a Sargento, tras la Batalla de Curuzú. Al mando de las tropas de infantería estaba el Teniente Coronel Antonio Luis González. Como asistente del General Díaz, actuaba el Capitán Eduardo Vera. En pocas horas, los cañones de la flota imperial lanzaron sobre las trincheras paraguayas alrededor de 5.000 proyectiles. Cuando llegó el mediodía, los acorazados Brasil, Lima Barroso y Tamandaré, cruzaron la línea de contención de Curupayty para ametrallar la batería paraguaya de la barranca, desde su retaguardia. Completado el bombardeo, se hizo un súbito y desconcertante silencio, que dieron paso al desembarco de tropas.

Ataque terrestre de la Triple Alianza [editar]

Impuesto el general Mitre del aviso que daba por terminada la tarea de la flota imperial y asumiendo que las trincheras paraguayas estaban ya “descangalladas”, ordenó el inicio del avance. Bajo el mando directo de los generales Paunero y Emilio Mitre, 9.000 argentinos se lanzaron al ataque. Otros 10.000 brasileños conducidos por el General Manuel Marques de Souza, Barón de Porto Alegre, hacían lo propio. Eran en total 28 cuerpos a los que se sumaron posteriormente otros 15 batallones argentinos y 9 cuerpos brasileños que quedaron formando la reserva y más tarde tomaron parte del asalto. En total eran 20.000 aliados. En Curupayty los esperaban 5.000 soldados paraguayos con 49 piezas de artillería.

Con sus “vistosos uniformes de parada, relucientes bajo los rayos del sol, alineados en rigurosa formación, marchando al son de músicas marciales, con sus banderas desplegadas, más parecían destinados a lucirse en una fiesta fastuosa que próximos a la catástrofe”. Al finalizar el bombardeo de la flota imperial y cuando el vigía le anunció la presencia del enemigo, allá lejos, en el extremo del estero, el General Díaz ordenó el repliegue de sus tropas ubicadas en las trincheras más avanzadas. Seguidamente, montado a caballo, recorrió todo el frente de la línea arengando a la tropa que respondía con vivas a la Patria.

Masacre del ejército de la Triple Alianza [editar]

En cuanto las tropas aliadas estuvieron al alcance, Díaz ordenó el fuego. Un toque de clarín fue seguido por el unísono estruendo de los 49 cañones paraguayos. La artillería paraguaya, que no había sufrido más que la destrucción de una pieza, estaba intacta y el tránsito de las tropas aliadas por el carrizal -bajo la nube de fuego lanzada desde las trincheras- se hacía en condiciones muy penosas. Sin otras preocupaciones más que afinar la puntería, los artilleros paraguayos dejaban enormes claros en las formaciones que se revolvían en el fango. Los que salían indemnes del campo de tiro de los cañones se encontraban con las “bocas de lobo”, las zanjas cubiertas con espinas y estacas. Y los que superaban este obstáculo, se precipitaban en los abattis, desarrollándose todo ya en el campo de tiro de los fusiles.

Los soldados argentinos y brasileños no podían ni siquiera aproximarse a las trincheras, y los pocos que lo lograban eran literalmente fusilados. “En vano trataban de utilizar las escalas y fajinas que traían para sortear los fosos y trepar sobre los abattis. Caían segados por centenares. Retrocedían horriblemente destrozados, se arremolinaban, recibían refuerzos y volvían a la carga, siempre con el mismo infortunado resultado. Curupayty era inexpugnable”.

Retirada [editar]

A las cuatro de la tarde, el general Bartolomé Mitre dio la orden de retirada, aunque mucho antes y por iniciativa propia, algunas tropas ya se habían retirado.

A las 16:30, sonaba el clarín del pardo Cándido Silva anunciando la victoria, mientras el General José Eduvigis Díaz recorría la trinchera entre los vítores de la tropa. Las bajas aliadas sumaron 4.033 efectivos (411 muertos y 1.540 heridos brasileños, 588 muertos, 1.339 heridos y 155 dispersos argentinos) mientras que los paraguayos sólo sufrieron 23 muertos y 69 heridos: una proporción de pérdidas única en un enfrentamiento entre dos ejércitos occidentales durante la edad contemporánea. Entre los caídos figuraba Domingo Fidel Sarmiento, capitán del ejército argentino e hijo del futuro presidente Domingo Faustino Sarmiento.

El desastre de Curupaytí, que constituye un cumplido ejemplo del fracaso de un ataque frontal sin reconocimiento previo contra una posición prácticamente inexpugnable, paralizó las operaciones de los aliados durante diez meses, terminó de hundir el ya mermado prestigio de Mitre como generalísimo y reavivó especialmente en Argentina el rechazo popular a la guerra, lo cual devino en una serie de levantamientos en las provincias que hicieron forzoso retirar tropas del frente.

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