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jueves, 15 de mayo de 2008

Dos Martinez de Hoz

El primero:
"...También hubo traidores como aquel José Martínez de Hoz, que fue nombrado por Beresford como Administrador de la Aduana, y que inmediatamente redujo los derechos de importación de los productos británicos."

"...Muy por el contrario, eran la manifestación de las imperiosas necesidades nacionales de lograr el desarrollo de una economía estancada, en un territorio lleno de recursos naturales. Aquellos visionarios como Eduardo Olivera, José Martinez de Hoz y otros auténticos forjadores de nuestro suelo, cristalizaron sus anhelos, el 10 de julio de 1866, con la fundación de la Sociedad Rural Argentina...".

El segundo:
José Alfredo Martínez de Hoz (h), apodado Joe, (n. 13 de agosto de 1925) es un político, economista, abogado y profesor universitario argentino, célebre sobre todo por su participación como ministro de Economía de la última dictadura militar argentina autodenominada Proceso de Reorganización Nacional entre 1976 y 1981. La tarea de Martínez de Hoz como ministro, tal como la expresó en la presentación de su Plan Económico el 2 de abril de 1976, era la de detener la inflación y estimular la inversión extranjera. Apoyado en la estricta prohibición de la huelga o cualquier otra forma de protesta sindical, Martínez de Hoz decretó el congelamiento de los salarios. La apertura arancelaria que impuso, con el objeto expreso de incrementar la competitividad de la industria nacional, tuvo efectos desastrosos sobre ésta, que se redujo ante la imposibilidad de competir con la producción extranjera; los subsidios a la producción se eliminaron por completo, etc, etc.


miércoles, 7 de mayo de 2008

Tres Alsogarays

Ironía de la historia: última batería en apagarse en Vuelta de Obligado.-

Este artículo es un homenaje a un militar patriota y corajudo, que de joven no podía pagar la escuela de su hija mayor. En una carta dirigida a un amigo, el oficial cuenta que lleva 32 días sin un centavo en sus bolsillos y que duerme sobre la tierra, tapado con un poncho. Sin embargo, dice que está dispuesto a enfrentar “a cuanto pícaro gringo hay en el mundo”

Desde luego que no se trata el capitán-ingeniero-economista Álvaro Alsogaray, apodado El Chancho en los años 60, sino su bisabuelo. El 20 de noviembre de 1845, el Alzogaray de este relato participó como oficial de la marina argentina en un desigual combate: estuvo al mando de uno de los cañones que desde las orillas del río Paraná enfrentaron a la poderosa escuadra naval anglo-francesa en la Vuelta de Obligado. La historia registra que peleó hasta que se le acabaron las balas. Su cañón, denominado Restaurador, fue el último en dejar de disparar contra el enemigo.

“Salud y ganas de pelear”

La batalla entre los criollos y los invasores extranjeros había comenzado a las ocho y media de la mañana. El historiador José María Rosa relata: “Alsogaray es quien más ha resistido: a las cuatro de la tarde le quedaba un solo tiro y, con serenidad, cargó un cañón y disparó la última andanada”. Rosa escribe Alsogaray con la letra ese, tal como se conoce en la actualidad, pero en aquella época el apellido original era con zeta.

Hasta ese día, Álvaro José de Alzogaray era un casi desconocido oficial. Había nacido en 1811 y descendía, por el lado materno, de judíos portugueses que se radicaron en Brasil. En la familia de su madre –según la revista Nº 11 del Instituto de Ciencias Genealógicas, publicada en 1955- había “penitenciados de la nación hebrea” que se convirtieron al catolicismo. En Brasil se les conoce como “cristianos novos”; en el México virreinal, curiosamente, se les llamó “marranos”.

Alzogaray había sido ayudante del almirante Guillermo Brown durante la guerra contra el Imperio de Brasil (1825-1828). Se destacó en 1844 bajo las órdenes del marino irlandés, cuando las fuerzas patriotas tomaron Maldonado, en la Banda Oriental. El fundador de la marina de guerra argentina no hablaba castellano; el joven lugarteniente, en cambio, sabía inglés y era el encargado de traducir sus órdenes a la tripulación y la tropa.

El oficial Alzogaray no ganaba mucho y además, como estaban en guerra, cobraba su salario cuando podía. En una carta a un amigo, redactada antes del enfrentamiento en la Vuelta de Obligado, narra que lleva 32 días sin un centavo en sus bolsillos y que duerme sobre la tierra, tapado con un poncho. Pero ahí está, auténticamente al pie del cañón. “Aún hay salud y ganas de pelear a cuanto pícaro gringo hay en el mundo”, asegura. Sin embargo, le preocupa “no poder pagar la pensión de mi hija mayor en el colegio”.

El bloqueo a Buenos Aires

En 1845, el brigadier general Juan Manuel de Rosas gobierna la Confederación Argentina. La escuadra anglo-francesa, integrada por 11 buques de guerra y 40 barcos mercantes, ha invadido aguas territoriales desde principios de noviembre, con el pretexto de “atenuar” las tensiones entre Buenos Aires y Montevideo.

El verdadero objetivo de Gran Bretaña y Francia era navegar libremente por el Río de la Plata y los ramales interiores pertenecientes a su cuenca. Los invasores querían abrir una comunicación directa con Paraguay y, en el trayecto, tener acceso a los mercados de las provincias ribereñas para vender sus productos. Los dos países contaban con el visto bueno de los unitarios, enemigos a muerte de los federales encabezados por Rosas.

En 1843, Florencio Varela había solicitado, como representante de los unitarios en Europa, la intervención armada anglo-francesa. En septiembre de 1845, ambas potencias declararon el bloqueo a Buenos Aires.

Los agresores estaban secundados por una legión internacionalista al mando del italiano Giusseppe Garibaldi, quien remontó el río Uruguay y ocupó Gualeguaychú, en Entre Ríos. El general Justo José de Urquiza capturó a Garibaldi y lo hizo azotar “por actos de piratería”. El legendario soldado de fortuna, que no era cobarde, se cubrió de gloria en otras latitudes pero nunca más regresó al Río de la Plata.

Talla de valientes

Para enfrentar a los atacantes, los criollos se instalan en un paraje conocido como la Vuelta de Obligado (entre los pueblos de San Pedro y Ramallo, hoy provincia de Buenos Aires), donde el río Paraná tiene 700 metros de ancho y una curva muy marcada que dificulta la navegación a vela. El general Lucio Mansilla está al frente de los defensores. Cuentan con 30 cañones -la mayoría de bronce- de calibres 8, 10, 12 y 20, que resultan insignificantes en comparación con la artillería del enemigo: 99 cañones de calibres 24 y 80.

Falta armamento pero sobra ingenio y valentía. Mansilla ordena tender de una orilla a la otra tres gruesas cadenas montadas sobre 24 botes. La barrera está custodiada por Republicano, el único barquito de guerra nacional. En tierra, 2 mil gauchos mal armados y peor comidos constituyen la infantería y la caballería. Los de a pie permanecen cuerpo a tierra, con fusiles de escaso alcance; los montados empuñan sables y lanzas tacuaras.

La pelea dura ocho sangrientas horas. Los argentinos sufren la peor parte: 250 muertos, 400 heridos y 21 cañones destruidos. El propio general Mansilla es lesionado en el estómago por esquirlas de metralla al dirigir una de las cargas. Los atacantes incendian las lanchas que sostienen las cadenas. Cuando el capitán del Republicano ve que no puede enfrentar a las naves enemigas, ordena a su tripulación abandonar el buque y lo hace explotar en el medio del río, para dificultar el avance enemigo.

Ingleses y franceses sufren, en comparación, pocas bajas: 26 muertos y 86 heridos. Pero los daños en sus buques obligan a la escuadra a permanecer 40 días en la Vuelta de Obligado para repararlos. Su triunfo es relativo: logran pasar pero fracasan en su intento de ocupar las costas. Y los barcos mercantes no venden un solo producto.

Unidos contra la agresión extranjera

Las noticias del desigual combate se divulgan por todo el continente. Los gobiernos de Chile y Brasil, hasta entonces adversos a Juan Manuel de Rosas, manifiestan su apoyo a la Confederación Argentina. La prensa de Estados Unidos, país entonces considerado cuna de la democracia americana, elogia al caudillo federal. El general unitario Martiniano Chilavert ofrece unirse a los rosistas para combatir a “los enemigos europeos”.

Otro unitario, Rafael Hernández, hermano del autor de Martín Fierro, describe el enfrentamiento con admiración, dejando de lado intereses partidistas: “Los jefes vencedores al elevar el parte oficial a sus respectivos gobiernos, hacían elogios muy honrosos del valor y perseverancia a nuestros bravos, que morían dando vivas entusiastas a la independencia americana (…). Aquel día fue un verdadero triunfo para las armas de Buenos Aires, por el valor heroico que desplegaron nuestros guerreros, y como combate naval, es uno de los más grandes y gloriosos que se registran”.

El historiador Ernesto Palacio afirma: “Todas las provincias, con sus gobernadores y legisladores, se pronunciaron contra la agresión y ofrecieron sus contingentes para resistir. El glorioso general San Martín escribía desde su retiro poniendo su espada y su persona al servicio de la nación y felicitaba al gobernador de Buenos Aires como defensor de la Independencia Americana” (Historia de la Argentina - 1515-1943, editorial A. Peña Lillo).

Un año después del heroico combate de la Vuelta de Obligado, Alzogaray sigue dando qué hablar. El 19 de noviembre de 1846, recupera -al abordaje, espada en mano y en lucha cuerpo a cuerpo- la goleta Federal, capturada por las fuerzas anglo-francesas y que navegaba por el Paraná con la bandera británica.

El conflicto causa grandes pérdidas comerciales a las dos potencias europeas, que deciden iniciar negociaciones de paz en forma separada. Inglaterra firma un tratado el 24 de noviembre de 1849 y Francia el 31 de agosto del año siguiente.

Una revancha al revés... y con faldas

Rosas fue derrocado por Urquiza en 1850 y partió hacia Inglaterra, donde murió en el exilio. A pesar de su honorable foja de servicios, Alzogaray cayó en desgracia. Las nuevas autoridades lo enviaron lejosdel mar, del puente de mando y de la tropa: terminó en tierra firme, como jefe de correos en Santa Fe. Tiempo después, fue editor del Diario de Operaciones de la Guerra del Brasil.

Álvaro José de Alzogaray falleció el 31 de julio 1879, con el grado de coronel de marina. Ya no era rosista, sino partidario de Bartolomé Mitre. Se había unido a la logia masónica de San Juan de la Fe, en la ciudad entrerriana de Paraná, donde la solidaridad de sus hermanos lo rescató del injusto ostracismo.

Un siglo y medio después, una de sus descendientes, llamada María Julia -hija del insólito ex capitán-ingeniero devenido en economista- “se iba a tomar desquite con la misma fiereza que él peleaba por la pensión que no podía pagar”, afirma Roberto Young en el ensayo Las Rotas Cadenas, publicado en 1993 con el seudónimo de “Santiago Sánchez”. “Su bisabuelo defendió el país a sangre y fuego; ella lo entregó atado de pies y manos. Hizo un paquete con Aerolíneas, ENTel, Somisa y Gas del Estado, y los pícaros gringos no tuvieron inconveniente en aceptar el regalo, seguramente como reparación por las afrentas recibidas en Obligado”.

La ley Nº 20.770 estableció el 20 de noviembre como Día de la Soberanía. No obstante, los historiadores oficiales -reacios a la controvertida figura de Rosas- continúan minimizando hasta el día de hoy el combate de la Vuelta de Obligado. Quizá dentro de cien años elogien a la irreductible María Julia y a su tenaz combate contra los recursos naturales, las empresas nacionales y los trabajadores argentinos.


El forajido.-

En las primeras horas del 28 de junio de 1966, cumpliendo su amenaza, las fuerzas armadas ingresan a la Casa Rosada. El general Julio Alsogaray, hermano del famoso economista, es el encargado de intimar al presidente. En esas circunstancias, se produjo un recordado diálogo:

Alsogaray: “En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho”.

Illia: “Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como asaltantes nocturnos, que, como los bandidos aparecen de madrugada”.

Alsogaray: “Lo invito a retirarse. No me obligue a usar la violencia”.

Illia: “¿De qué violencia me habla? La violencia la acaban de desatar ustedes. El país les recriminará siempre esta usurpación”.

Finalmente, el presidente Illia fue sacado por la fuerza de la casa de gobierno y los militares se hicieron cargo del poder. El 30, asumió el nuevo presidente, Juan Carlos Onganía, jurando sobre los estatutos de la autodenominada "Revolución Argentina". En la ceremonia estuvieron presentes notorios dirigentes sindicales peronistas, como el metalúrgico Augusto Timoteo Vandor.


Golpe de Estado del 66:

Illia se encotraba en su despacho firmando una foto suya, cuando en ese momento, entra el General Alsogaray e intenta arrebatarle la foto:

-General: Deje eso, permitame…

-Varias voces: no interrumpa al señor presidente.

-Illia: Cállese, esto es mucho más importante que lo que uds. Acaban de hacer a la República. Yo no lo reconozco. ¿Quién es usted?

-General: Soy el General Alsogaray.

-Illia: Espérese, estoy atendiendo a un ciudadano, (dirigiéndose a la persona que buscaba la foto autografiada) ¿Cuál es su nombre amigo?

-General: Respéteme.

-Persona: (dirigiendose al presidente) Miguel Angel Lopez.

-Illia: (Al concluir de firmar la fotografía) Éste muchacho es mucho mas que usted, es un ciudadano digno y noblre. ¿Qué es lo que quiere?

-General: Vengo a cumplir ordenes del comandante en jefe.

-Illia: El Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas soy yo, mi autoridad emana de esa Constitución, que nostotros hemos cumplido y que usted ha jurado cumplir. A lo sumo usted es un general sublevado que engaña a sus soldados y se aprovecha de esa juventud que no quiere ni siente esto.

-General: En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho. La escolta de Granaderos lo acompañará.

-Illia: Usted no representa a las Fuerzas Armadas, solo representa a un grupo de insurrectos. Ud. Ademas es un usurpador que se vale de la fuerza de los cañones y de los soldados de 1a Constitución para desatar la fuerza contra la misma Constitución y la ley. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos, que como bandidos aparecen de madrugada.

-General: Señor pres… (Rectificándose), Dr. Illia.

-Varias Voces: Señor Presidente!!!

-General: Con el fin de evitar actos de violencia lo invito nuevamente a que haga -abandono de la Casa.

-Illia: ¿De que violencia me habla? La violencia la acaban de desatar ustedes en la Republica, yo he predicado en todo el la paz entre argentinos, he asegurado en todo el país la libertad y Uds. No han querido hacerse eco de mi predica. Uds no tienen nada que ver con el ejército de San Martín y de Belgrano, le han causado muchos males a la Patria y le seguirán causando con estos actos. El país les recriminará siempre esta usurpación y hasta dudo que sus propias conciencias puedan explicar lo hecho.

-Persona de civil: (acompañante del General) Hable por usted, y no por mi.

-Illia: ¿Y usted quién es, señor?

-Persona de civil: (soportando un gesto de reprobación del Gral. Alsogaray imponiéndole silencio): Soy el Coronel Perlinger.

-Illia: Yo hablo en nombre de la patria, no estoy aquí para ocuparme de intereses personales sino elegido por el Pueblo para trabajar por él, por la grandeza del país y la defensa de la ley y de la Constitución Nacional. Uds. se escudan cómodamente en la fuerza de los cañones. Ud. General es un cobarde que mano a mano no sería capaz de ejecutar semejante atropello.

-General: Usted esta llevando las cosas a un terreno que, entiendo, no corresponde.

-Illia: Con este proceder quitan ustedes a la juventud y al futuro de la República la paz, la legalidad y el bienestar

-General: Dr. Illia su integridad física está asegurada.

-Illia: Mi bienestar personal no me interesa. Me quedo trabajando en el lugar que me indica la ley y mi deber. Como comandante en jefe le ordeno que se retire.

General: recibo ordenes de las Fuerzas Armadas.

-Illia: El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo. Ustedes son insurrectos, retírense.

Se retiraron, y a eso de las 6 de la mañana ingresa un grupo de militares, entre ellos el coronel Perlinger:

-Coronel: Dr. Illia, en nombre de las Fuerzas Armadas vengo a decirle que ha sido destituido.

-Illia: Ya le he dicho al general que ustedes no representan las Fuerzas Armadas, a lo sumo, constituyen una fracción levantada contra la Ley y la Constitución.

-Coronel: Me rectifico…, en nombre de las fuerzas que poseo.

Illia: Traiga esas fuerzas.

-Coronel: No lleguemos a eso.

-Illia: Son ustedes los que llegan a emplear la fuerza, no yo.

Se retiró el coronel con sus acompañantes, volviendo a ingresar a las 7:25 a.m.

-Coronel: Señor Illia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo de las personas que aquí se encuentran. UD. Puede quedarse, los demás serán desalojados por la fuerza.

-Illia: Yo se que su conciencia le va a reprochar lo que está haciendo. A muchos de ustedes les dará vergüenza cumplir las órdenes que les imparten estos indignos que ni siquiera son sus jefes. Algún día contarán a sus hijos estos momentos. Sentirán vergüenza. Ahora, como en otra tiranía, cuando nos venían a buscar a nuestras casas, también de madrugada, se da el mismo argumento de entonces para cometer aquellos atropellos: Cumplimos órdenes.

-Coronel: usaremos la fuerza.

-Illia: Es lo único que tienen

-Coronel: Dos oficiales a custodiar a Illia, los demás avancen y desalojen el salón.

Illia rechazó el auto oficial, y se fue a la casa de su hermano en taxi. Años después rechazaría la jubilación presidencial.

En 1976 el Coronel Perlinger publicó una carta haciendo reconocimiento de su error:

“Hace 10 años el Ejército me ordenó que procediera a desalojar el despacho presidencial. Entonces el doctor Illia serenamente avanzó hacia mí y me repitió varias veces: Sus hijos se lo van a reprochar. ¡Tenía tanta razón! Hace tiempo que yo me lo reprocho porque entonces caí ingenuamente en la trampa de contribuir a desalojar a un movimiento auténticamente nacional.
Usted me dio esa madrugada una inolvidable lección de civismo. El público reconocimiento que en 1976 hice de mi error; si bien no pude reparar el daño causado, da a usted, uno de los grandes demócratas de nuestro país, la satisfacción de que su último acto de gobierno fue transformar en auténtico demócrata a quien lo estaba expulsando por la fuerza de las armas de su cargo constitucional.

addenda : granaderos
En junio de 1955 vemos al Regimiento combatiendo para defender la Casa de Gobierno de las fuerzas de la Marina que se han sublevado contra el presidente Perón y que la atacan por tierra y por aire. En 1962, el Jefe del Regimiento junto con el Secretario de Guerra, ofrecen al Presidente Frondizi –el día antes del golpe que lo derroca-, atrincherarse en el cuartel de la unidad y desde ahí resistir. En 1966, la negativa del Teniente que está a cargo de la guardia de la Casa de Gobierno a no defenderla (se niega a "no defenderla") la noche del golpe contra Illia, demora varias horas su derrocamiento. En las dramáticas horas de la crisis 2001-2002 si los efectivos del Regimiento no se hubieran desplegado alrededor de la Casa de Gobierno para protegerla, la sede del Poder Ejecutivo podría haber tenido la misma suerte que el Congreso, que fue saqueado.
Todo ello pone en evidencia que la función del Regimiento Escolta no ha sido sólo ceremonial o simbólica, ya que a lo largo de su historia ha cumplido efectivamente con la misión de custodiar al Presidente, a la Casa de Gobierno y a la Residencia Presidencial de Olivos.


El principal promotor del liberalismo económico en la Argentina moderna.-

Álvaro Carlos Alsogaray (Esperanza, Santa Fe, 22 de junio de 1913Buenos Aires, 1 de abril de 2005) fue un político, economista y militar argentino, uno de los principales promotores del liberalismo económico en la Argentina moderna.

martes, 29 de abril de 2008

Túpac Yupanqui

Túpac Yupanqui



Túpac Yupanqui

Emperador Inca

Período 1467
1493
• Predecesor Pachacutec
• Sucesor Huayna Cápac
Dinastía Emperador Inca (Hanan Cusco)

Nacimiento Cusco, ¿1440?
Fallecimiento Chincheros, ¿1493?

Túpac Yupanqui (Tupaq Inka Yupanki) fue el décimo gobernador inca. Sucesor de Pachacútec asumió el co-reinado a los 16 años, y aproximadamente a los 30, cuando murió su padre se hizo a cargo absoluto del poder. Durante su co-gobierno y su gobierno se encargó la mayor parte de su tiempo en campañas bélicas de conquista. Lo llamaban el "Inca viajero", por sus largas ausencias fuera de Cusco, inclusive hay una teoría de que una de sus expediciones marítimas llegó a la Polinesia, en Oceanía.

Tomó como esposa principal a su hermana paterna Mama Ocllo. Murió en Chincheros, se dice que envenenado por su esposa Chuqui Ocllo.

Tabla de contenidos

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Biografía [editar]

Origen [editar]

Pachacútec escogió inicialmente a Amaru Inca Yupanqui como sucesor, pero éste era muy pacífico y bondadoso, lo llamaban "el bueno", se cuenta que cuando lo mandaron (prácticamente obligaron) a combatir contra los Guaraníes fue derrotado. Tales actitudes hicieron cambiar de opinión a Pachacútec nombrando a su hermano mayor: Túpac Yupanqui como su sucesor. Cuando Pachacútec estaba ya muy anciano le dejó asumir casi todo el poder (co-gobierno).

Cogobierno [editar]

Conquistas [editar]

Por el Este, se dirigió al Chinchaysuyo para anexar más etnias. Por el norte conquistó a los Chachapoyas, Huambos y Guayacondos. Se enfrentó al Imperio Chimú que por su geografía y su amurallada a ciudad capital: Chan Chan iba a ser muy difícil de conquistar.

Ante esta situación Túpac Yupanqui elaboró una certera estrategia: secar el río Moche, principal proveedor de agua para Chan Chan. Como la ciudad se encuentra en medio del desierto no tardó muchos días en anunciar la rendición.

Después de esta primera expedición volvió al Cusco con un cargado botín. Descansó ahí dos años, y enseguida salió nuevamente por el norte anexando más etnias y derrotando otras que por su "salvajismo" no las anexaría por no ser de interés. En las cercanías de Quito edificó la fortaleza de Quinche, donde posteriormente nacería su hijo Huayna Cápac.

Al volver a Cusco luego de 4 años, se le tentó a comandar otra campaña de conquista en el Norte, en el Golfo de Guayaquil, donde derrotó a los Puná y a los Paches.

Teoría de una visita a la Polinesia [editar]

A partir de las crónicas realizadas por cronistas españoles Pedro Sarmiento de Gamboa, Martín de Murúa y Miguel Cabello Valboa durante la conquista recogieron un relato sobre que, Túpac Yupanqui, estando en la costa norte (En las islas Puná) habría tenido conocimiento de unas islas lejanas, decidiendo ir en pos de ellas. Alistado una gran flota de balsas, habría zarpado con 20.000 hombres, llegando a unas islas llamadas Ninachumbi y Auachumbi; algunos historiadores postularían como hipótesis de que estas islas serían verdaderas y estarían ubicadas en la Polinesia.[1]

Esta crónica dio pie, al historiador José Antonio del Busto, para la formulación de una teoría sobre que esas dos islas serían Mangareva y Rapa Nui, basándose en treinta pruebas que considera haber descubierto, entre ellas el hecho que en Mangareva existe una leyenda sobre un rey Tupa, que vino del este en balsas con velas, trayendo orfebrería, cerámica y textilería y del que hasta hoy existe una danza. Un relato similar existiría en las islas Marquesas. Además, agrega que el templo de Vinapú, en Rapa Nui, está construido en forma similar a las construcciones incaicas del Cusco, y que el rey Tupa en Rapa Nui habría tomado el nombre de Mahuna-te Ra'á, traducido como "hijo del sol" en base a una leyenda rapa nui.[2] Retornó a los dos años trayendo consigo gente negra, sillas de latón, pellejos y quijadas de caballos que fueron conservadas en la fortaleza de Sacsayhuamán.

Gobierno [editar]

La mayor expansión del imperio (marrón durante su co-reinado y verde durante su reinado) se dio en el periodo de Túpac Yupanqui.
La mayor expansión del imperio (marrón durante su co-reinado y verde durante su reinado) se dio en el periodo de Túpac Yupanqui.

En 1471, con la muerte de Pachacútec, Túpac Yupanqui se hace del trono a sus 30 años aproximadamente. En afanes de continuar la expansión del imperio dirigió una campaña en el antisuyo (región selvática). Con un ejército divido en 3 (uno de ellos comandado por su hermano Amaro Yupanqui), anexaron a las tribus: Opotari, Manú y Yanasimi.

Conquistas al sur del imperio [editar]

Durante su reinado, se realizó una expedición que inició recorriendo la meseta del Collao, Cochabamba y Tucumán. De Charcas se dirigió al sur y conquistó a los diaguitas de los valles transversales y parte de los picunches, (grupo mapuche septentrional) que habitaban el Valle de Chile (el actual valle del Aconcagua o el valle del Mapocho) y algunas comarcas ubicadas al sur de él, fijándose así los límites del Imperio Inca, en una zona que convencionalmente los historiadores y la arqueología extienden hasta el río Maule. Tomó el camino de regreso por la costa pasando por Pica, Huantajaya, Ariacca, Tácana y en Sama tomó rumbo hacia el Cusco.

El cronista Pedro Cieza de León expresa que: "Caminó por toda la provincia del Collao hasta salir de ella, envió sus mensajeros a todas la naciones de las Charcas y Carangas y más gentes que hay en aquellas tierras. De ella, unos le venían a servir y otros a le dar guerra... Yendo victorioso adelante de los Charcas, atravesó muchas tierras o provincias y grandes despoblados de nieve hasta que llegó a lo que llamamos Chile y señoreó y conquistó todas aquellas tierras, en los cuales dicen llegaron hasta el río Maule. En lo de Chile, hizo algunos edificios y tributáronle de aquellas comarcas mucho oro en tejuelos. Dejó gobernadores y mitimaes y, puesto en orden lo que había ganado, volvió al Cusco".

Encuentro Inca-Mapuche [editar]

Los incas llamaban promaucaes o purumaucas o purum aucca, a las poblaciones que no estaban sometidas a su imperio. Los incas sometieron algunos pueblos del Valle de Chile quienes les pagaron tributos.

El Inca Garcilaso de la Vega en su libro Comentarios Reales de los Incas y el español Alonso de Ercilla en el poema épico La Araucana y otros cronistas, relatan la expedición Inca hacia el río Maule y su encuentro con los promaucaes. Este evento es conocido como Batalla del Maule.[3] En esta campaña al sur se libró una guerra entre 20.000 incas de Yupanqui y 20.000 mapuches, al sur del Maule. El subgrupo picunche conocido como promaucaes por los españoles, enterados de la venida de los Incas se aliaron con los subgrupos Antalli, Pincu y Cauqui. Los incas enviaron parlamentarios para que reconozcan al Tupac Yupanqui como soberano.

Los purumaucas decidieron dar batalla y se enfrentaron por tres días con los incas. Durante el enfrentamiento hubo muchos muertos en ambos bandos y ningún ejército vencedor. Al cuarto día decidieron no enfrentarse. Los purumaucas se retiraron del campo de batalla cantando victoria. Los incas evaluaron perseguirlos para continuar con la batalla o asegurar lo que ya habían conquistado.

Finalmente deciden no continuar la conquista, sino fortalecer sus posiciones, administrar los territorios conquistados y mejorar la agricultura de sus nuevos vasallos para que sus vecinos aún no conquistados notaran su progreso. Los nuevos pueblos vasallos aceptaron de buen grado el dominio y obtuvieron ventajas de él.

...duró la batalla todo el día sin reconocerse ventaja, en que hubo muchos muertos y heridos...El cuarto día...no salieron de sus alojamientos...los Purumaucas...se volvieron a sus tierras, cantando victoria...los Incas...resolvieron en volverse a lo que tenían ganado y señalar el río Maulli por término de su Imperio y no pasar adelante en su conquista hasta tener nueva orden de su Rey Inca Yupanqui...El Inca les envió a mandar que no conquistasen más nuevas tierras, sino que atendiesen con mucho cuidado en cultivar y beneficiar las que habían ganado...

Inca Garcilaso de la Vega. Comentarios Reales. Segunda parte. Libro VII. Capítulos 18,19,20[1]

El potente rey inca aventajado, en todas las antárticas regiones, fue un señor en extremo aficionado, a ver y conquistar nuevas naciones...* Los promaucaes de Maule, que supieron, el vano intento de los incas vanos, al y paso y duro encuentro les salieron, no menos en buen orden que lozanos; y las cosas de suerte sucedieron, que llegando estas gentes a las manos, murieron infinitos orejones, perdiendo el campo y todos los pendones. * ... Los incas, que la fuerza conocían, que en la provincia indómita se encierra, y cuán poco a los brazos ganarían, llevada al cabo la empezada guerra; visto el errado intento que traían, desamparando la ganada tierra, volvieron a los pueblos que dejaron, donde por algún tiempo reposaron.

Alonso de Ercilla. La Araucana. Canto I.[2]

Expediciones al sur del Maule [editar]

Datos aportados por crónicas españolas, tales como el Informe de Miguel de Olaverría o el del padre Anello Oliva en su Historia del Perú (publicada en una traducción al francés) indican que la expansión habría llegado más al sur, o que posteriormente se habría producido una hipotética última expansión o invasión más al sur hasta el río Biobío. Miguel de Olaverría expresa que "conquistaron y subjetaron a todos los indios que avia desde la Serena asta el gran rio de Biobio como oy se ve e aver llegado hasta el dicho rio por los fuertes que hicieron en el cerro del río Claro, donde pusieron y tuvieron frontera a los indios del estado con quienes tuvieron muchas batallas" y el padre Anello Oliva expresa que: Sometió hasta el valle de Arauco, donde pasó el invierno, después haber construido algunos fuertes. Sometió a continuación las provincias de Chillhue y de Chillcaras. Sin embargo, en este aspecto hay discusiones: como por ejemplo que Chillhue y Chillcaras, no son nombres históricos reales, o que hay más de un río llamado Claro en Chile.

Un punto de vista minoritario que es sostenido por el historiador José Antonio del Busto en su libro "Tupac Yupanqui", postula que el Inca avanzó más allá del Maule y el Biobío, alcanzando hasta el canal de Chacao, observando desde la orilla la isla de Chiloé, el "fin del mundo" y, sin interés por conquistar esas tierras, regresó al gobierno del Tahuantinsuyo, trás su larga ausencia.

Muerte [editar]

En Chincheros, Chuqui Ocllo, una de las esposas de Túpac yupanqui lo convenció de que su hijo Cápac Huari lo sucediera, sin embargo Túpac Yupanqui cambió de opinión decidiéndose por Titu Cusi Yupanqui (Huayna Cápac). Esto provocó la ira en Chuqui Ocllo quien envenenó a Túpac Yupanqui aproximadamente en 1493.

Posteriormente en 1532, cuando el ejército de Atahualpa tomó la ciudad de Cusco, las etnias que conformaban su ejército aún guardaban un resentimiento inmenso a Túpac Yupanqui por haberlos conquistado. Estas etnias quemaron su momia en Cusco bajo el mando de Quisquis.


Predecesor:


Rey del Cusco
Emperador del Tahuantinsuyo


Sucesor:

Pachacútec Túpac Yupanqui Huayna Cápac